lunes, 22 de octubre de 2012

Premios inmateriales

Durante mi etapa de estudiante de Secundaria, el instituto al que iba celebraba todos los años, coincidiendo con la festividad del centro, un certamen literario al que me presentaba sin falta, ajeno a los comentarios que me dijeran mis compañeros, reacios a cualquier ápice de cultura. La ilusión con la que modelaba historias en mi cabeza quedaba plasmada en los tres folios que como máximo tenía para contar mi relato, el cual firmaba con un seudónimo, al más noble nombre de Fígaro, para que el jurado dictara sentencia. Al llegar ese momento crucial de saber el ganador del premio, se apodera de ti un particular nerviosismo que te mantiene inerte esperando la respuesta. Las veces que no es tu nombre el que está escrito en el sobre las asumes con entereza, aplaudes a tu rival que se ha esforzado más y ha conseguido escribir una mejor historia. Pero cuando eres tú el afortunado ganador, la felicidad se contagia de uno dejando entrever una sonrisa de oreja a oreja. Recoges dicho premio, sueltas unas palabras de agradecimiento y te marchas entre los aplausos de los presentes. En ese momento no eres consciente, pero el esfuerzo realizado valió para hacerse con él. Siempre he pensado que los premios son recompensa material por el empeño llevado a cabo en la tarea, cuidado con ganas por hacerlo bien, pero parece que todo empieza a cambiar hasta tal punto de andar politizado o bajo la sombra de intereses.

Con la noticia de galardonar a la Unión Europea con el Nobel de la Paz demostraron que no andaba muy equivocado al afirmar que estos criterios están variando. No creo, a pesar de su buena fe, que la actual situación política, económica y social en el continente invite a premiarla, más bien a pensar en un tongo, en un “pucherazo” de tiempos del caciquismo decimonónico. Sea como sea, mi apoyo anda lejos de aquella organización que recompensó la gran labor de la Cruz Roja hasta en tres ocasiones. No negaré, al igual que en otros premios, que haya gente merecedora de ello, pero hay premios y premios. Muchos de los más importantes son inmateriales, tienen ediciones a diario y sus ganadores son anónimos entregados a causas humanitarias. Esa labor ejercida a favor de los más necesitados, sin pedir nada a cambio, es su nominación más segura. No recibirán una medalla con la cara de Alfred Nobel, pero el reconocimiento y el agradecimiento de la sociedad bien valen un premio.

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