miércoles, 24 de junio de 2009

Vuelta a la vida bloguera

Han pasado más de dos meses desde la última vez que pise estos lares, cuatro desde la última que era de forma fluida. Allá por febrero, cuando me encontraba perfecto y antes de mi fatídica lesión, que me ha dejado en silla de ruedas y con muletas pues casi otros dos meses. Esto pasó el 15 de marzo -fecha que quedará para la memoria personal- jugando al paintball. Supuestamente uno de los deportes al aire libre más seguros que existen, o eso al menos dicen.
Pues yo debo de ser la excepción entre mil, porque me hice la barbarie de entre las barbaries. Aunque bueno, es un tema de huesos; no pido que vengan ni el doctor House ni el equipo del Seattle Grace con Grey a la cabeza; pero si que quienes operen tengan en cuenta que juegan con una vida humana, y que el más mínimo error puede llevar a consecuencias inimaginables. Hablo de esto porque me "astillé" mi peroné derecho por cuatro sitios, como los puntos cardinales; además del típico esguince de tobillo y desgarre del ligamento y algún que otro vaso sanguineo explotado por medio y del que todavía hay secuelas.
Cuando estás en un curso tan trágico, tan asqueroso, como lo es 2º de Bachillerato, sabes que te juegas todo a una carta; o estudias y apruebas, o suspendes, vas a recuperación y pruebas suerte. Pero cuando encima, le añades una lesión de estas magnitudes al final de la 2ª evaluación, tus problemas crecen hasta cotas que sólo eran posibles en los libros o en las películas.
Nadie acoge con cordialidad que un doctor te diga que te tienen que operar; y en mi caso tal era la impotenica ante aquella situación que rompí a llorar como un niño, y en mi mente pasaron visiones en las que mataba al que se le ocurrió la idea de ir al paintball y como aniquilaba con dos simpáticas muletas al interno que me dio la noticia.
Te operan, y crees que ya está hecho. Pues no. Encima lo hacen mal, y al mes, te tienes que buscar la vida como puedas e ir a otro cirujano para que te vuelva a intervenir para mejorar el desperdicio que el anterior matasanos había realizado.
¿Y qué pasa con el instituto? No pasa nada absolutamente, agradecí, agradezco y agradeceré la multitud de recuerdos afectivos que me mandaron amigos, compañeros, profesores, conocidos y familiares por haber pasado por esto. Pero el instituto son más que compañeros y amigos; hay asignaturas, horarios y exámenes. Cómo hacer frente a eso; pues haciendo frente aunque se te pongan las cosas peor de lo que ya estaban. Y a base de esfuerzo sobrehumano, sobreponer las dificultades. Aunque resulte increible, así lo hice. Gracias también a "Save the Children", que enviaron a Luis y a Paloma, que me ayudaron con lo que flaqueaba en aquel momento, las matemáticas y el análisis sintáctico.
Y aunque tuve que recuperar dos, las aprobé porque ante todo estaba la necesidad propia de querer ser libre de esa cárcel que es el instituto; y marchar hacia otro mundo, distinto en apariencia como es la universidad.
Tras una graduación, que roza el 6.2 de puntuación -Risto Mejide hubiera sido más gracioso que yo y la hubiera suspenso por no ser producto de ningún tipo- las notas me avisaban de que me tenía que enfrentar a selectividad.
La selectividad; esas tres jornadas que son insufribles, en las que te juegas todo tu futuro, tu honor propio y las vacaciones más tranquilas de tu corta vida. Cualquiera que haya pasado como yo por esto sabe más o menos como va el rollo este. Y tras casi dos semanas de agobios internos, en las que tu imaginación puede ser tu peor enemigo posible, llega el día en que el servidor de las universidades están colapsadas, el día de notas...Doy gracias de ser parte de ese 86 por ciento de estudiantes de Madrid que han aprobado.
Y ahora empezamos una nueva etapa más dificl, misteriosa para nosotros, pero distinta, nueva...