martes, 22 de diciembre de 2009

La del pirata cojo

Una genialidad del maestro de Úbeda en solitario.



Pero brillante junto a Don Joan Manuel Serrat. Dos pájaros de un tiro. ¡Y vaya pájaros!

domingo, 6 de diciembre de 2009

Canciones

Siempre decimos que hay canciones que aparecen en el momento adecuado. Canciones que nos recuerdan a momentos de nuestra vida, a lugares por los que hemos pasado o a personas con las que hemos pasado algún rato de nuestra vida. Y si fuera por canciones, creo que podría fundir varios momentos de mi corta vida uniéndolas.
Aquellas noches de viernes de la infancia compartidas con mi padre mientras jugábamos a las cartas escuchando la radio (Flaca, Andrés Calamaro). El recordar aquellas fotos hechas en Ondarroa cuando apenas contaba tres años, viendo el puerto y manteniendo, por suerte, aún, algún recuerdo de aquellos tiempos en mi pueblo (Cien gaviotas, Duncan Dhu). Por desgracia, en mi infancia, mucha música no me acuerdo de haber tenido. Por lo que los recuerdos más recientes son más amplios.
Aquellas clases de francés en el instituto con los compañeros, sin nada más que hacer que ponernos a cantar con nuestra profesora Ana canciones, obviamente, en francés (Desenchantée, Kate Ryan). Aquel día de julio que conseguí que me compraran mi guitarra acústica (Lyla, Oasis), la primera canción que conseguí comenzar a estudiar (El último vals, La Oreja de Van Gogh). Mi primer viaje en solitario, con apenas 14 años, al pueblo; que para entonces, aunque ya lo visité de txiki, muchas de las cosas las tenía algo olvidadas (El sol no regresa, La Quinta Estación).
Mi primera visita a mi querida por siempre Donostia - San Sebastián (Mañana, Mikel Erentxun; Soñaré, La Oreja de Van Gogh), los recuerdos de aquellos Andra Maris en el pueblo (Lau Teilatu, Itoiz), aquellas vistas panorámicas de la costa cantábrica desde la ermita (Una calle de París, El Sueño de Morfeo) y por siempre, las amargas despedidas (La playa, La Oreja de Van Gogh).
En clave de humor, fue el comienzo del bachillerato (Roxanne, The Police), no sabíamos a qué nos íbamos a enfrentar en esos dos años tan duros que nos esperaban. Las tardes grises y lluviosas sin nada que hacer salvo estudiar o hacer deberes (Mercy, Duffy). Aquellos jueves -escasos- en los que terminabamos el instituto, porque los viernes no había clase (Nothing sweet about me, Gabriella Cilmi), o el final del primer año de bachllerato, tras pasar algún que otro bachecito de nada (Satisfaction, The Rolling Stones).
Las ganas que entraban, haciéndose uno algo más mayor, de escapar de la monotonía que era Madrid, y no podía (Highway star, Deep Purple). Las imágenes que ofrecían los informativos sobre los conflictos y las penurias que el mundo sufría, y el pensar que cualquier pasado fue mejor que el presente actual (Knocking on heavens door, Bob Dylan).
Segundo de bachillerato fue la primera prueba seria que se interpuso en mi camino. Curso jodido donde los haya, no guardo muchos buenos recuerdos de aquel curso que terminó para mí en mayo de este año. Tras una rotura de peroné en marzo, tras dos operaciones dentro del curso, yo veía como mis posibilidades de escapar del bachillerato se escapaban, pero como siempre dicen, hay que echarle lo suyo, y con esfuerzo y alguna ayuda externa, conseguí pasar (Working on a dream, Bruce Springsteen).
Dicen que el verano posterior a Selectividad es el mejor de nuestras vidas; pues bien, debieron de pasarse mi nombre por donde les pareció oportuno porque desde luego el mío no lo fue. Dos meses de rehabilitación por mi lesión son la excusa por la que no he podido hacer más (Who made who, AC/DC). Por lo que, tras varias decisiones, lo más oportuno e inoportuno a la par, fue retornar a Euskadi, para desahogarme de mis pesares de Madrid. O al menos, para intentarlo; pero como muchas veces pasa, somos incapaces de olvidar (Nos vemos en el camino, El Sueño de Morfeo).
Una salida de Madrid, sin mirar atrás (Cuídate, La Oreja de Van Gogh). La primera canción de trasfondo en mi viaje (Sonrisa especial, El Sueño de Morfeo). Unos paseos con lluvia por el paseo marítimo, contemplando las olas (Haizea, Ken Zazpi), unos paseos por el interior de Ondarroa, contemplando las mismas calles por las que pasé de pequeño (Esa soy yo, El Sueño de Morfeo); y como en mi pueblo no hacía nada más que dar paseos y paseos, pues seguía (Biarritz, Amaral), los ratos vacíos sin nada que hacer, pero mucho que pensar (Si no estás, El Sueño de Morfeo); aquellas mañanas en las que despertarse era imposible (Hoy no me puedo levantar, Mecano), en las que limpiar tu cuarto era una odisea (Perdido en mi habitación, Mecano)...
Tres semanas en mi rinconcito de Euskadi, ayudó en parte a pensar cómo podía afrontar la nueva etapa que me esperaba. Con más temores que motivaciones, abandoné mi lugar de inspiración y marché de nuevo a la metrópolis madrileña (Madrid, La Fuga). El regreso y el encontrarse de nuevo con los amigos (Aquellos años locos, El Canto del Loco) fue un agrado, ya que por suerte, mi mentalidad había dado un cambio radical.
El encontrarse que mis amigos habían mejorado muchísimo en sus vidas y habían hecho progresos mayúsculos, de los que estaba desinformado, debido a que me decidí aislar del mundo por tres semanas para arreglar mis inquietudes (Una foto en blanco y negro, El Canto del Loco). Un momento idílico (Barco a Venus, Mecano), unos paseos matutinos por la Gran Vía o nocturnos por Chamberí pensando en mis cosas (La fuerza del destino, Mecano), recuerdos que a día de hoy mantengo como muy buenos. Una tarde de octubre en la que se conoce a tu grupo favorito (Inmortal, La Oreja de Van Gogh), con una frase que resume en palabras, acciones de meses...
Por aquellos momentos en los que el cobarde de cada uno se impone a los deseos de cada uno (Muñeca de trapo, La Oreja de Van Gogh). Una canción entonada en una fiesta universitaria (Nos sobran los motivos, Joaquín Sabina), un paseo por Sol (Ya no te quiero, Ana Torroja), un sin fin de intenciones (No me canso, Ana Torroja), una canción adecuada para un momento de no hacer nada (Antes de que cuente diez, Fito & Fitipaldis), una canción para relajarse (Crime, Nawja Jean), para un momento de motivación personal (Valiente, Vetusta Morla), para echarse unas risas (Me colé en una fiesta, Mecano) o de relax contemplando el cielo nocturno (Coz I love you, Slade).
para una tarde de viernes sin ganas de hacer nada (Sing, Travis), para cantar a la luz de la luna (Y no amanece, Los Secretos) o a aquella persona (Rubia de la cuarta fila, Joaquín Sabina).
Una canción para el día de cumpleaños (Tú me llevas, Zahara), para el momento en el que uno despierta del sueño idílico para ver que la realidad era otra (Ay qué pesado, Mecano), por todo aquello que soñé y que se quedó en eso, en sueños efímeros que sé que nunca podré cumplir con esa persona (Allí donde solíamos gritar, Love of Lesbian), para pensar que arriesgar intentándolo fue mejor que no haberlo hecho nunca (Nueva York, Vega), el momento posterior en el que todo es nada y nada es todo (Me cuesta tanto olvidarte, Mecano) o en el que los recuerdos invaden a uno y las lágrimas afloran (París, La Oreja de Van Gogh).
La canción que tendría que ayudar a madurar y sin embargo, consigue que recordar el pasado sea la excusa para echar un vistazo a lo vivido (Tiramisú de limón, Joaquín Sabina), la canción que me recuerda a esa persona aún querida (Cuánta decepción, Vega) y aquella conversación a medianoche en su portal (Puedes contar conmigo, La Oreja de Van Gogh).
Y para terminar, aquella canción que tras recibir un gran consejo por parte de esa persona en esa conversación, es imposible de olvidar (El club de los humildes, Mecano).

viernes, 4 de diciembre de 2009