martes, 30 de octubre de 2012

Los restos del naufragio


Mientras escribo estas líneas, fuera de mi estudio la lluvia gobierna el panorama que tiñe con un color gris oscuro el cielo de la capital madrileña, a la par que un aire de incertidumbre se despliega en el ambiente, un ambiente que parece tenso para algunos que ven la vida pesar desde su despacho de Ferraz con vistas al Parque de la Montaña. Llueve y llueve, y no parece que el tiempo quiera dar una pequeña tregua. Habrá quién lo agradezca, pero otros acabarán hastiados de tanta agua. Nunca llueve a gustos de todos, diría; algo válido que se asemeja a la situación que vive el secretario general del PSOE, Pérez Rubalcaba, quien observa cómo los viandantes de Madrid corren de un lado a otro de la calle con sus paraguas y cómo el tráfico de una ciudad que no duerme le demuestra el paso del tiempo, tiempo que pasa absorto delante de un cristal con la cabeza gacha jugando a un tres en raya que termina por empatar. Al secretario la suerte le es esquiva hasta en los juegos de toda la vida.

Corren tiempos difíciles en el seno de un partido que, tras una última legislatura para olvidar, empieza a perder el sentido de sus siglas S (por olvidar sus raíces socialistas), O (por traicionar a sus bases obreras) y a hacer aguas con la E (por el baile del sí y el no de un referéndum para Cataluña), quedándole solo la P de partido, que por su bien más le vale guardar la garantía. Con una debacle en Galicia previsible, a pesar de los conxuros a los que se acogieron Rubalcaba y Vázquez, y con un cambio de tornas en Euskadi que deja a Patxi López de capa caída, va siendo hora de la necesitada reflexión interna que se les escapó a la hora de elegir secretario general el pasado año.

No planteo a Rubalcaba como el candidato del PSOE para las elecciones generales del 2015, pues ha agotado los pocos cartuchos que le dejó su antecesor, y nadie tiene más munición que prestarle, pero es que el actual plantel de actores no da para elegir a un candidato capaz de afrontar la situación de crisis económica y social que España atraviesa y que sepa hacer frente a una nefasta gestión del Gobierno con una oposición fuerte, de ataque directo, y menos mimada, descafeinada. ¿Hay algún capitán capaz de llevar el barco a buen puerto?

La particular tempestad que se vive dentro ha abierto varias vías de agua en un PSOE incapaz de reparar sus errores, lo que le llevará a pudrirse cual pecio en el fondo de su desgracia. Para cuando se quiera arreglar ya será demasiado tarde, y no quedarán más que los restos del naufragio. Los distanciamientos entre secretaría y presidencia son un hecho, las disputas entre los varones son algo más que suposiciones y la petición de que rueden cabezas es evidente. ¿Hay algún líder ahí dentro?

Siempre dicen que después de la tormenta vendrá la calma, pero las circunstancias han hecho que se forme una tormenta perfecta que aún puede seguir haciendo mucho daño. Los frentes gallego y vasco fueron la toma de contacto para la prueba de fuego que el secretario general aún debe afrontar, pues el próximo 25 de noviembre Cataluña vivirá un punto de no retorno, al ser evidente una victoria nacionalista en aras a una posible, e indebida dado el discurso de un Mas que vive en los mundos de Yupi, independencia. Lo que planté Pere Navarro será vital para un PSC que “no tira”, como diría Fernández Vara, sino que más bien vaga entre dos tierras: entre la unión y el federalismo y la ruptura con la dirección, discurso que provoca en Madrid jaquecas que ni el paracetamol apacigua.

Les urge bastante buscar las respuestas, pues de nada les valdrá quedar agazapados en sus despachos viendo caer afuera la lluvia. Si no empiezan a mojarse pronto, no harán más que amontonar problemas que tardarán en solucionar en detrimento del cambio. Cambio en el sentido más amplio de la palabra: cambio de líder, cambio generacional y cambio en la oposición. De no producirse, que se alejen de sus cábalas llegar vivos y con opciones para el 2015, pues para antes sus intenciones quedarán en papel mojado, como restos de algo que pudo y no fue al final.

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