martes, 25 de mayo de 2010

A todo le llega su final


Y el de la serie de culto para muchos, desconocida para otros tantos, Lost, acabó ayer, lunes 24 de mayo del 2010.
Muchos de los que, sin querer, nos enganchamos poco a poco a esta serie, hemos estado pensando estos meses cómo sería ese desagradable final, ese final que esperábamos que nunca llegara, pues esta serie la teníamos tan iconizada que no queríamos que terminara.
En España, en ciudades como Madrid y Barcelona, se celebraron la Noche Perdida, una macroreunión para todos los seguidores de la serie, que congregó a la mayoría en cines de las ciudades esperando toda la noche el final de la serie, aunque fueron muchos los que decidieron hacer corrillos en sus casas o disfrutar del momento en la intimidad.
Muchos misterios sin resolver, tantos que se han podido hacer hasta libros; tantas conjeturas, tantas lágrimas, amores, odios, muertes, intrigas... Todo ello para llegar a un final, valga la ocasión, algo perdido.
Hemos sido muchos, no se puede negar, los que esperábamos que el final de LOST fuera más intrigante, con algún misterio o algún hecho desconocido para nosotros, pero acabó, para muchos, de la manera más fácil, viéndolo desde el punto de la complejidad que la serie nos ha dado, y menos favorable para los seguidores.
Eran las ocho de la mañana y a muchos se nos atragantó el café al ver esa escena. Escupes el café y preguntas ¿pero qué cojones? Somos así de especiales cuando vemos algo que no entendemos. Un final que te da más que pensar que varías teorías filosóficas de John Locke, Hume, Rousseau, Nietszche, Platón y Sartre juntos. Muchos han llorado porque ha terminado la serie, a otro en el cine de Madrid le pegaron en el ojo por criticar el final de la serie, otros ven lógico ese final y otros, incluyéndome, que aunque lo vemos como algo decente y previsible, esperábamos algo 'más fuerte'.
Pero todo queda reflejado en las últimas frases, en esa escena y ese halo blanco de luz espiritual. Todo nace y muerte. No hay ahora ni luego. Todo termina donde empieza, y con este final mucho más.
Despedimos una serie de culto que ha conseguido enganchar hasta más no poder, haciendo que pasemos noches sin hacer nada trasnochando viendo sus episodios, volviéndonos locos con esos números, indagando en DHARMA, en lo místico de Adán y Eva, en Jacob y su Némesis, en ese humo negro tan raro, en la constante, en la lucha por sobrevivir, en qué hacían unos osos polares en mitad del Pacífico Sur, riéndonos de los puntazos de Sawyer y Hugo, de Charlie y su You are everybody, así como disfrutando de las relaciones que esa isla consiguió unir, hasta que la muerte les separó; la misma isla donde el destino superó a la casualidad.
Comentad qué os pareció el final. ¿Creéis que es el idóneo? ¿Os rompió los esquemas? ¿Cómo os hubiera gustado que acabara?

martes, 11 de mayo de 2010

Room in Rome


Llevaba tiempo esperando a que Médem volviera a salir a la luz y ofrecernos una nueva película. A mediados de marzo, en una cafetaería del centro de Madrid, con el café a medio terminar y leyendo El Correo, veo en la sección de cultura que, de nuevo, el director vasco volverá a las grandes salas. Yo pensaba para mí que ya era hora, y con las buenas críticas, hasta entonces, que estaba recibiendo, nadie cabía pensar otra cosa de aquello que saldría a la luz.
Fue una sensación de "me he quitado un peso de encima", ya que aunque me cueste reconocerlo, tengo cierta admiración a este director, ya que Los Amantes del Círculo Polar consiguió darme un punto de vista diferente de las cosas. Es una puesta escena de los sentimientos, y encima, que la ví en un período algo abrupto y complicado de mi juventud pues más todavía; a esto le sumo el que La Oreja de Van Gogh le dedicara una canción, y que encima explicara, entre sus acordes, para mis adentros, todo lo que pasaba por mi cabeza en esos instantes.
Fue una película que me hizo llorar, pero más que me hizo reflexionar sobre las cosas de la vida; si es verdad que todo en nuestra vida son casualidades, aún sigo esperando la mía, la más grande hasta ahora. Y según pasa el tiempo, veo que las pocas posibilidades que la vida o la casualidad, ¡qué casualidad!, me va dando se me están agotando, no sé si porque tengo un mal de ojo o porque el mundo y yo somos incompatibles.
Pero bueno, para reflexiones medeméticas ya está otro artículo. Voy al tema, que para eso escribí esta entrada.
Pues lo dicho, a mediados de abril teníamos seguro la puesta en escena para mayo de la nueva película de Médem. Fecha del estreno: 7 de mayo del 2010.
Al día siguiente, sábado, decidí aún con el mal tiempo que acompañaba a Madrid, irme a la capital al cine, para ver esta nueva película y ya después criticarla si se pudiera.
Vale que Médem puso toda la carne -expresión algo soez en este caso- en el asador, pero es la única forma de encandilar a un público que apenas disfruta del cine patrio. Pero este método ya le sirvió en Lucía y el sexo, con Paz Vega.
La crítica ha sido siempre muy dura con este director, que como muchos en todas las profesiones y sentidos, se han sentido incomprendidos en algún momento, prefiriendo abandonar lo que hasta ahora les era afectivo y buscar otros horizontes.
De nuevo me remito a la crítica: los diarios nacionales ya han tildado esta película como no una película española, sino como una película porno, bazofia, copia de una chilena, ilógica... Pero nadie supone que Médem ha querido dar una visión más profunda si cabe de lo que pasa en esa habitación de Roma. No es sólo una relación lésbica entre dos personas -ya queremos ver el sexo y el calentón por doquier- ya que va más allá de ello. No todo es sexo, como dice el dicho. Hay una relación afectiva, donde lo que importa es el amor, el conocer a aquella persona que en algún momento ha aparecido en tu vida y disfrutar del momento. Carpe Diem o, como diría Severo Ochoa, que "el amor es física y química".
Toda la gente que lo ve como porno, o se ha quedado con los primeros minutos o se ha hartado a ver el trailer de la película.
En esta película, una vez metido en acción y pasados los minutos, se nos ofrece una vista que sólo tiene Medem, una realidad paralela, característica de su mundo cinematográfico. Las escenas de sexo pasan a segundo plano, y no hay porque ver tabú al escenario desnudo donde discurre la película.

Yo la he visto como una película donde discurren los sentimientos. Médem quiso cambiar la orientación con respecto a la versión chilena, y poner en escena a dos actrices. Una más que conocida, musa de Medem, Elena Anaya y la actriz rusa Natasha Yarovenko. En vez de algo heterosexual, se nos ofrece una película, según tildan algunos, de lesbianismo extremo. Pero no hay que dejarse
llevar por esas críticas malsonantes que a nadie le gustan, por supuesto; según aseguró el director, ese cambio de escena fue hecho para que el público se contagiera de la sensibilidad femenina que respira la película. Y consiguió cautivar.
Sólo recomiendo esta película a aquellas personas que realmente hayan disfrutado alguna vez con el cine de Julio Médem, o a aquellos que no tienen ni tapujos, ni tabúes con respecto a los nuevos aires del cine español.
Cabe también recomendar a la cantautora, Russian Red, cuya aportación al film es excelente.