jueves, 29 de julio de 2010

¿Quién da la vez?

La típica frase del mercado, tiene cabida más allá de estos recintos. Y ayer lo pude comprobar.
Estamos ya inmersos en el siglo XXI, comenzando la segunda década del mismo. Yo pensaba que los avances informáticos harían más fácil la selección, la organización y la demanda de peticiones de la sociedad. Lo podéis comprobar. Ahora, para solicitar cita con el médico es por internet; para renovar el DNI, también es por internet, y para solicitar una beca, todo corre cuenta en internet. Son algunos ejemplos de la globalización actual que estamos viviendo.
Pero me remito a mi demanda. Y es, claramente, una denuncia contra el sistema de las universidades, en general, a la hora de la matriculación de sus alumnos, a los cuáles tendrían que cuidar y mantener durante su estancia en las mismas. Y ya veo que no es así.
Ayer, 28 de julio, era hora de la matriculación para los que ya nos asentamos en la universidad. Ya nos hemos quitado la pegatina de novato, aunque siempre lo seremos ante cualquier etapa nueva de nuestras vidas.
Suponía que la matriculación iría en respecto a unos trámites, a un mero haro de concordia por parte de la universidad, que ya pude comprobar que se pasa por el forro de su edificio de Gestión.
Con la matriculación había libre albedrío. Gente de la tarde, viendo la oportunidad, la fractura en el muro, asestó primero el golpe y eligió la mañana, con la consecuente desaparición de la plaza que alguien de mañana tuviera derecho a repetir. Gran parte de los que estamos en ese turno, a veces odiado y a veces querido, como es el de mañana, madrugamos, haciendo honor a nuestra condición de mañaneros (sólo cuando queremos ir a la facultad) y corrimos a mantener nuestras plazas de la mañana. Los más madrugadores, a las 6 de la mañana. Los siguientes, presente y seguramente muchos más, a eso de las 7 u 8 de la mañana. Y los más rezagados, a partir de las 9 de la mañana, cuando las plazas para el turno empezaban a escasear.
Ahora, por lo que he podido hablar con compañeros, hay algunos que han perdido plaza en su turno de mañana, aun habiendo sacado todas las asignaturas y con buena nota.
No es una nota de condena de esta acción por parte de aquellos compañeros que han aprovechado la ocasión y se han cambiado a la mañana.
Es una condena a la forma que tienen las universidades de elegir los métodos para escoger los turnos. Porque, y espero que alguien en esto esté de acuerdo conmigo, ayer, era parecido a "Ratas a la carrera". El primero que llegue, gana. Una ruleta rusa universitaria.
Y no. No me parece la forma adecuada. Pero esta mera denuncia a la universidad no va a cambiar nada. Ya me conozco como van estas organizaciones.
Y para años venideros, a la gente que se meta en las universidades, habría que avisarles de cómo las pueden gastar en éstas.
Lo más chistoso de todo esto, es que en Gestión, donde supuestamente resuelven las dudas a los alumnos, no saben cómo solucionar el problema tan grave que es el de los turnos. Ayer, miembros del departamento que se dedica a esto, iba titubeando y preguntando a otros compañeros de cómo va lo de los turnos, ya que no tenían ni idea. "¿Qué hacemos? ¿Les damos largas?". "A mí no me mires, que no sé cómo va lo de los turnos esos". "Oye, ¿sabes cómo va eso de los turnos? Es que hay una cola que viene preguntando por lo mismo". Seguro que habían pensado ya en eso.
Porque ayer nos pudo pasar lo mismo. Una compañera de clase fue testigo de este ejemplo de acción por parte de los de Gestión.
Es indignante cómo en la Universidad Rey Juan Carlos, se nos ignora de tal manera, que para resolvernos una duda que tenemos, no sólo uno, sino cientos de alumnos, no nos quieran hacer caso.
Y sólo consiguen cabrearnos mucho más, haciendo que a nuestros amigos les contemos que de elegir una universidad, que sea otra distinta a ésta.
Tendrán muy buenas instalaciones, una "bonita" biblioteca, que parece una sauna camuflada, "decentes" instalaciones, con un aulario a medio hacer y otro que parece un invernadero, y con una población de liebres por metro cuadrado mayor que en cualquier otro campus de la Comunidad de Madrid...
¿De verdad es para que estén orgullosos al 100%? Me parece que no. Y es un problema grave lo de la matriculación, de verdad. Que no se lo tomen en broma, pues juegan con algo serio, como son sus alumnos, que al final somos los que, en parte, sustentamos su manutención.
Pero habrá que aguantar los envites que las universidades nos dan. Hemos de resistir y exigir que los de gestión se pongan las pilas y atengan a los problemas reales que tienen los alumnos. No es que queramos acribillarles con correos, que tardan en contestar y te pidan que se lo pongas más fácil; con llamadas telefónicas para que al final no contesten...
Lo que pasa, es que en la publicidad que nos ofrecieron, nos detallaban que en el edificio de Gestión, nos iban a solucionar todas las dudas que tuviéramos con respecto a la organización de la universidad. ¿Publicidad engañosa? Apuesto a que en parte sí lo era.

lunes, 12 de julio de 2010

¡Viva Iniesta y viva España!


11 de julio del 2010. Más de 45 millones de españoles van a recordar esa fecha como una de las más felices de sus vidas. Es el día que va a quedar grabado en el subconsciente colectivo como la fecha en la que una nación, de nuevo, hizo historia. Y no es para menos, que ya podemos alardear de ser campeones del Mundo.
No sólo nosotros; nuestros padres y nuestros abuelos, no llegaron a ver a España como Campeona del Mundo; sí de Europa (Eurocopa de 1964), y más reciente en Austria-Suiza 2008, siendo una de de las mejores selecciones del continente. Quién nos iba a decir que veríamos a nuestro país levantando el más preciado trofeo a nivel internacional. Llevamos una racha en la que la diosa Fortuna nos da su bendición, soplan los vientos a nuestro favor y hasta en el Olimpo se canta eso de: ¡Yo soy español, español, español!
120 minutos. Dos horas -si no contamos el tiempo de descanso entre cada parte- de tensión al límite. Vivimos como si estuviéramos allí, el partido más importante de nuestras vidas. Toda la vida soñando con ese partido, con esa fecha, con esa oportunidad, con ese canto de victoria... No es raro que a muchos se nos saltaran las lágrimas al ver a España levantando la Copa del Mundo.
Era la utopía de España. Una utopía que hemos tirado como un muro en apenas dos años, haciéndonos hueco a base de buen fútbol. Ahora sí podremos decir a nuestros hijos y nietos: "yo vi a España ganar el Mundial".
Siete partidos. Tan sólo siete partidos nos separaban de acariciar el cielo y alcanzar la gloria. No todos los buenos finales tienen un buen comienzo. Eso, todos lo sabemos. España lo supo; y vivimos algo angustiados el mal comienzo de España en Sudáfrica. Al poco tiempo, las críticas al estilo de Vicente del Bosque, a la incursión periodística y sentimental entre Sara Carbonero e Iker Casillas, al juego de algunos jugadores y al arbitraje recibido contra Suiza. Pero sabemos recibir los golpes y devolverlos con maestría y, aún mejor, con estilo propio.
Siguientes paradas: Honduras y Chile. Como los Alpes para Aníbal; una etapa dura y ardua, pero pasable a fin de cuentas.
Portugal no fue más que un paseo con algunos baches. Y Paraguay algo parecido, pero con una carretera sin asfaltar. Hasta que llegamos a Alemania. Supongo que el partido, además de la final, más importante de la selección. Ya nos hemos visto las caras en varias ocasiones; la última, les quitamos la Eurocopa. Los germanos venían a Sudáfrica con ganas de hacer algo grande; y se toparon con "La Roja". Schweinsteiger quería venganza; Löw, quitarse la espina clavada por la final de hace dos años... Pero nada de nada. Ahí estaba "tiburón" Puyol para quitarle a la portería las telarañas.
Y llegamos a la final. Todo el mundo lo quería. Pero había una persona; bueno, un cefalópodo alemán (¡qué casualidad!) que acertó y deseó que España llegara a lo más grande. Acertó la victoria contra Alemania y contra Holanda. Nuestro artífice, Paul, declarado pulpo non grato en Alemanía, tiene que recalar en España; concretamente, en las Rías Baixas, donde se sentiría como en casa. Estamos dispuestos a ponerle escolta y a declararle refugiado político en nuestro país. Parece una tontería esto que he dicho, pero lo han dicho algunos ministros de nuestro país.
Y llego nuestra hora. Más de 15 millones de españoles pegados en sus casas viendo la final. Otros muchos millones en las calles, bares y esplanadas (Recoletos es el ejemplo más cercano) para verlo. Antes, el previo estuvo amenizado por Shakira, que con su Waka-waka, tan querido por Sergio Ramos, nos ha dado suerte.
Queríamos ganar para dedicárselo al resto del mundo. A los abuelos, que no llegaron a ver a España hacer algo grande. Por los futbolistas que fallecieron (Jarque y Puerta), por el mítico Telmo Zarra (beti zurekin), por la faena de Corea-Japón, por el codazo de Tassotti a Luís Enrique, por el fallo de Salinas, por Naranjito y su novia Clementina, por el Mundial de España 1982, por los técnicos que intentaron llevarnos a lo más alto y se quedaron en el intento, por los que nazcan, que verán a España como campeona del mundo...
Al otro lado del campo nos esperaba Países Bajos, Nederland u Holanda. La temida Naranja Mecánica de los años 70 con Johan Cruyff. Es igual, la cuestión es que es un país que conocemos y al que no caemos bien, precisamente. Y es que, en sí, Holanda, nos tiene ganas desde hace 400 años, cuando en época de Feilpe II, era de posesión española; y dimos muestra de carácter militar con la Guerra de los Treinta Años, el asedio de las ciudades flamencas y la Rendición de Breda. Desde entonces, nos tienen tanto odio, que hasta en su himno, nos dedican dos frases. Y creo que ese odio lo vimos reflejado ayer.
El partido lo arbitró Howard Webb. El hombre más odiado y repudiado por muchos, seguro. Y es que su forma de arbitrar es muy peculiar. Un hombre que ama el sacar tarjetas amarillas a todas las acciones, y que la única roja que sacó fue por la acumulación de dos amarillas. No tuvo vergüenza, siquiera, cuando De Jong le asestó una patada de kárate, a lo Chuck Norris, a Xabi Alonso, en todo el pecho. Recordad que por un cabezazo en Alemania, echaron a Zidane.
Y no conforme con perdonar esa grave acción, los holandeses, cada vez que realizaban falta... ¡la protestaban! Sneijder, Robben, Van Bommel, Gio... y muchos más se quejaron al árbitro. ¿No os desquició el arbitraje? Porque la entrada de Van Bommel sobre Iniestra era roja; al igual que el penalti de John Heitinga sobre Xavi. Un penalti como una casa. Por suerte, o por desgracia, al final del partido se decidió a sacar una roja. Sólo una. Lamentable que la FIFA le haya designado para una final de este calibre.


Pero superamos esa adversidad gracias a un hombre. Perdonen este individualismo; pero es el hombre de la jornada: Andrés Iniesta. ¡Grande Iniesta! Has pasado de ser hijo pródigo de Fuentealbilla a serlo de España. Noventa minutos sin goles, con patadas, eso sí. Una prórroga que veíamos angustiados, esperando el milagro previo a los penaltis. Y desde arriba se acordaron de nosotros. De nuevo, Vicente del Bosque, con su varita mágica, hizo que España cobrase vida y apareciera el genio. Cesc Fábregas entró por un tocado Xabi Alonso, para poner la puntilla y dar el pase que hizo rugir a España. Andrés Iniesta clavó el balón en la parte izquierda del portero, sin que éste, aunque lo tocara, pudiera hacer nada. Corría el minuto 116.
De infarto. No hay palabras para poder explicar ese minuto. Previamente, los cigarrillos volaban uno tras otro, las cervezas se acababan pronto y los aperitivos se esfumaban en instantes.
Daba igual que le sacaran amarilla a Iniesta. La ocasión lo merecía; con un tributo a Jarque por parte del albaceteño y a Puerta por parte de Sergio Ramos. Sólo nos quedaban cuatro minutos para acariciar la gloria. Las primeras frases del Waka-waka empezaron a sonar de nuevo en el corazón. Las lágrimas empezaron a aflorar inconscientemente, sabiendo que habíamos hecho historia y éramos partícipes de una u otra manera de aquella hazaña.
Termina el partido. Gritos de júbilo, lágrimas de alegría, abrazos llorando sin creerse el sueño alcanzado. Han pasado ya unas horas y aun me parece fruto de un sueño placentero. Pero esta vez no es así, ¡es qué es verdad! Puyol, Xavi, Piqué, Villa, Capdevila, Pedrito, Sergio, Torres, Llorente, Silva... y como no, el capitán, santo de España y de su selección, Iker Casillas. Ayer te merecías eso y mucho más. Las criticas no pudieron contigo y una vez más nos demostraste por qué te llaman "El Santo".
Abrazos con S.M. la Reina Doña Sofía, con los Príncipes de Asturias, con Ángel Villar... comienza la fiesta española.
Vestíamos de azul, y para la ocasión, nos cambiamos a la camisa patria, aquella con la que hicimos historia, la roja; con una variante, la primera estrella encima del escudo que mostrarán todas las camisetas siguientes.
Llega la hora. Impacientes. Dejamos a Joseph Blatter que pase para darnos la copa. ¡Rápido, rápido! Iker espera, qué segundos, sonríe y... ¡levanta la copa del Mundo! Salta el confeti, los estruendos de la afición del Soccer City, los fuegos artificiales aparecen sobre el estadio, el júbilo se apodera de todas las ciudades, de cada bar, de cada casa... Gritando, saltando; daba igual la forma. La cuestión era celebrarlo.
Y luego vienen las frases de todo tipo: "¡Oa, oa, oa, Iniesta a la Moncloa!", "¡España, entera, se va de borrachera!" Y el más aclamado: "¡yo soy español, español, español!" Amén del próximo: "¡sí, sí, sí, la copa ya está aquí!".
La anécdota final la protagonizó el capitán, a la salida del campo, cuando en la zona mixta, preparada para las entrevistas, Sara Carbonero, su novia, criticada por muchos, le entrevistó. El capitán no atinaba en un primer momento a decir algo; ya que la emoción estaba todavía.
Dedicó la victoria al equipo, a la afición, a los amigos, a la familia... Gira la cabeza, se muerde la boca, sonríe por lo bajo y, sin pensarlo dos veces, besa a su novia. Ejemplo de futbolista que ha pasado de todas las críticas que se han vertido sobre la presencia de su novia en el Mundial. Sara no atina a contestar; soltando un: madre mía... Los aplausos no tardan en sonar. ¡Qué escena! Como la fotografía del marinero anónimo besando a la enfermera, a su llegada de la Guerra, en Nueva York.
Lo que hubiera dado por haber estado ese día en Johannesburgo como aficionado al fútbol y como español apoyando a mi selección. Y más todavía como periodista, retransmitiendo para mi medio la magia, la tensión y la locura de un partido de infarto. Si mezclo ambas facetas, sé que las lágrimas hubieran saltado sí o sí.
Y en fín. Poco más que decir. Las palabras no atinarán a describir todos los sentimientos que hemos tenido durante este Mundial, durante el partido y durante la fiesta posterior. Esperemos seguir soñando de esta manera. Por que si una cosa es verdad, es que el fútbol une.
Y ayer se vio, como nunca antes se ha visto, que toda España, sin diferenciar entre vascos, catalanes y demás, apoyaba a la selección de todos: la Roja.

domingo, 4 de julio de 2010

El espíritu de América

The hands that built America es una preciosa -y desconocida- canción del grupo irlandés U2, que fue nominada al Oscar a Mejor Canción por Gangs of New York (2002). Un homenaje a todos los inmigrantes que marcharon del viejo continente en busca de prosperidad, del sueño americano que muchos no llegaron a ver, pero que, sin duda, representa la base de una nación poderosa que celebra, tal día como hoy, 4 de julio, en 1776, su nacimiento como los Estados Unidos de América.

sábado, 3 de julio de 2010

Gitano

Canción de Abigail para la película Gitano, dirigida por Manuel Palacios en el 2000, en el que participó Arturo Pérez-Reverte en la elaboración de dicho guión.