viernes, 28 de septiembre de 2012

Una pesadilla de prima

Tomar un café ojeando la prensa del día puede ser una actividad relajada, pero en los últimos meses, más de uno se me ha atragantado al encontrar noticias y más noticias sobre la prima de riesgo. Cuán fastidiosa son estas tres palabras. Algo tan ínfimo en papel provoca jaquecas tan graves que ni el paracetamol ayuda a solventar. Como si de una montaña rusa se tratase, nos hemos acostumbrado a su recorrido, a unas subidas y bajadas sinuosas cuyos mareos han hecho más mella en periodistas que en el Gobierno, que ahí sigue, hablando de ella como si de una conocida de toda la vida se tratase. Tiene guasa que su punto más bajo del año haya sido cuando el Ejecutivo andaba de vacaciones. Por una vez, quizá no me hubiera importado que siguieran así. Pero vuelves a la realidad, cruda realidad, y te das cuenta de que mucha gente desconoce sus efectos, de dónde viene y a dónde nos lleva.

Tratas de ponerle cara a la dichosa prima, y sale la de una malvada, protagonista de un cuento ambientado en un barco llamado “España”, que navega sin capitán por aguas desconocidas al borde del motín de su tripulación y asolado por un mar bravo, picado por las inclemencias de un Banco Central y los abordajes de una canciller alemana. Es una pesadilla que se mueve por parajes oscuros del que no se puede escapar, asolando sin aceptar excusas ni dar compasión. Se ha convertido en el sustituto idóneo del Coco para dar miedo a los niños, y no tan niños: “que sube la prima de riesgo y te comerá”. Dadas las circunstancias, reconozco no ser optimista con el devenir de España, ni con el papel que juegue en él la prima de riesgo. Las directrices tomadas por este Gobierno: los recortes drásticos, la subida del IVA… han ahogado y apretado a la clase media, sustento básico de los mercados.

Con las manifestaciones en contra de los recortes, es normal que los mercados duden en confiar en la marca España, favoreciendo la especulación y la subida de la prima de riesgo, que campa a sus anchas como Pedro por su casa. Pero llegará el día, pasada la tormenta, en el que, tomando el café y ojeando la prensa, me encuentre buenas noticias, aquellas en las que la crisis o la prima de riesgo han pasado a mejor vida. Veré entonces que la pesadilla ha terminado, que despertamos de un mal sueño.

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