viernes, 22 de junio de 2012

Las horas bajas del cine español


La Eurocopa tiene todas las atenciones estas fechas. España quiere revalidar el título de Austria del 2008 y, cómo no, la gente se reúne en bares, terrazas y en sus casas para ver los partidos. El fútbol, en estos momentos, ha barrido de toda preferencia ir al cine. Ir a ver una película ha dejado de ser algo habitual al menos una vez al mes. Un factor clave en la situación actual del cine está en la subida de los precios de las entradas, lo que a muchos les echaba atrás para entrar en las salas, y más si era para ver cine español.

Estrenos recientes como Blancanieves y la leyenda del cazador, MIB 3, y quizá no tanto como Los vengadores, han sido de lo más destacado en todo lo que llevamos de 2012. ¿El nexo de unión entre ellos? Hollywood. El poder que ejerce las producciones norteamericanas en Europa es más que conocido. Venden bien sus productos, agasajan al espectador con actores reconocidos y les brindan películas con presupuestos fuera del alcance de muchos, lo que les permite hacer uso de grandes efectos especiales. De esto a lo que hace el cine español hay un trecho muy largo; a años luz de gozar con estas ventajas, se mantiene en un segundo o tercer plano.

Saltan dudas y uno se pone a pensar. ¿Hay falta de ideas? ¿de medios? ¿Sabemos vender bien? No será por directores y actores de renombre. Si España ha conquistado Cannes, los César, BAFTA o los Oscar, es capaz de hacer mucho más, pero las circunstancias que se viven no invitan a pensar en positivo, al menos hasta finales de esta década.

Derivada de la crisis económica del país, el cine español vive la suya particular con drásticas consecuencias. Muchas producciones se han visto reducidas y desechas por falta de financiación (el dato que exponía el ICAA era de 199 a 151 largometrajes producidos en 2011). No sólo se reduce, se ve menos. El último ganador del Goya, Enrique Urbizu, avisaba de ello alegando que “si algo constituye a un país es la cultura, y nos estamos jugando el futuro del cine y de la sociedad”. La paradoja de todo esto está en que los ingresos del cine español son el doble en el extranjero (la FAPAE expone 93 millones de euros en España y más de 185 fuera).

Nuevamente, Urbizu expresaba su malestar diciendo que “exportamos talento y nos quieren más fuera que dentro”. Decía el dicho que “nadie es profeta en su tierra”, y con el cine español tenemos un claro ejemplo. Producciones como Biutiful (González Iñarritu), Midnight in Paris (Woodie Allen) o La piel que habito (Pedro Almodóvar) han sido de las más distribuidas en América. Además de estar nominadas en premios importantes, en taquilla han logrado éxitos en Estados Unidos, México o Argentina, donde el cine español tiene sus seguidores.

El análisis del problema de la taquilla española lo han de llevar a cabo varias partes. Tanto productoras, como distribuidoras, pasando por la Academia de Cine, el ICAA y el propio Ministerio de Cultura, en horas bajas desde hace lo suyo. No se trata de evitar una ‘fuga de cerebros’ de la industria cinematográfica, sino de reflexionar para corregir el rumbo actual y llegar a buen puerto. Hago hincapié en Torrente 4. Ignorada por la Academia, Santiago Segura presentó un producto solvente en pantalla, récord absoluto del cine español en 2011, muy lejos de ser alcanzada, salvo nueva réplica del madrileño. Siendo un producto más que vendible, es un ejemplo para acercar al espectador al cine patrio.

El ex presidente de la Academia, Álex de la Iglesia, en su último discurso como presidente de la misma, en la gala de los Goya, advirtió del reto del cine español, del “innovarse o morir”. Cierto que la existencia de la piratería no invita a confiarse, cierto que el fantasma de la Ley Sinde vaga por doquier, pero ello no es motivo para aunar fuerzas e intentar reflotar un cine que ha dado joyas desde Viridiana hasta Mar adentro, pasando por Todo sobre mi madre y compañía. El país que ha cultivado el cine de Buñuel, Camus, Almodóvar, Amenábar o Medem, entre otros, se merece no caer en un pozo sin fondo. Con la llegada del verano, será lógico que la gente retorne a las salas.

El cine español calienta motores para este nuevo período con la primera que se estrena: Tengo ganas de ti, secuela de 3MSC, basada en los best seller de Federico Moccia. Es más que predecible que la cinta protagonizada por Mario Casas y Clara Lago tenga todas las papeletas para ser el éxito español más rentable del año, quién sabe si superando a su predecesora, como hizo en 2010. Quizá su éxito dé respiro a una industria fatigada, aquejada de una depresión crónica y angustiada por verse en una carrera abrupta sin mucho público que le anime a seguir.

Todo sea dicho, y no quiero terminar sin antes comentarlo. Me da grima pensar que tengamos que apoyarnos en este tipo de películas para salvar la cartelera española, pero gracias a las quinceañeras "moccianas", quizá tenemos una alegría en ingresos.

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