sábado, 14 de abril de 2012

Titanic, un centenario de la tragedia (I)


Nadie podía imaginar que aquella gélida noche del 14 al 15 de abril de 1912, el Titanic fuera a firmar su fatal destino tras chocar con un iceberg en el Atlántico Norte. En menos de tres horas, el que fuera el mayor transatlántico de su época, descansaba en la llanura marítima a 4.000 metros de profundidad. Sus restos fueron descubiertos por el doctor Robert Ballard en septiembre de 1985.
Con más de 1.500 muertos, fue uno de los accidentes navales más sonados a comienzos del siglo XX, cuyo eco en el séptimo arte tuvo varias versiones, destacando A night to remember (1958) o la célebre Titanic (1997), de James Cameron, que consiguió alzarse con 11 estatuillas, incluyendo mejor película y mejor director; y por cuyo centenario, hace pocos días, estrenaba la versión mejorada y en 3-D.

Construido en los astilleros de Harland and Wolff (Irlanda del Norte) para la empresa White Star Line, el RMS Titanic llegó a ser el trasatlántico más lujoso construido a comienzos de 1900. Más incluso que sus gemelos Olympic y Brittanic. Bajo un diseño del ingeniero naval Thomas Andrews, fue botado al mar el 31 de marzo de 1911, concluyendo los últimos arreglos justamente un año después.

El miércoles 10 de abril inició su viaje inaugural desde Southampton. Un viaje que comenzó con un mal augurio, cuando casi recibe el primer golpe de otro barco situado en el puerto, el SS New York. Lo que algunos vieron en ello una señal, otros vieron un pequeño contratiempo de una hora. Así lo veía el capitán Edward John Smith, quien ponía en este viaje el broche de oro a una extensa trayectoria antes de jubilarse.

Tras hacer escala en Cherburgo (Francia) y Queenstown (Irlanda), emprendía la larga marcha por el Atlántico hacia su fatal desenlace.

Señales del pasado
Catorce años del accidente, el escritor norteamericano Morgan Robertson (1861 – 1915) escribió la novela Futility. En ella, como si de un aviso se tratara, se produce el hundimiento del trasatlántico Titán en el océano Atlántico tras chocar con un iceberg. La similitud del accidente con el Titanic aumenta al comprobar que las dimensiones del barco son casi idénticas. En la obra, destacaba que el Titán era un buque insumergible, afanado en lujos y con pocos botes salvavidas. Algo más que una casualidad.

Muchos desconocían esta novela en 1912, cuyo reconocimiento fue en aumento tras el fatal desenlace del Titanic. Pero no fue el único aviso. Diversas personalidades y anónimos que tenían pasaje en el lujoso buque tuvieron, días antes de embarcar, visiones en las que veían al buque sumergirse entre las frías aguas. Directa o indirectamente, siguieron esas señales. El presidente de la White Star, John Pierpont Morgan, que solía acudir en los viajes inaugurales de la compañía reúsa subir en esta ocasión. El matrimonio Edith y George Vanderbilt, de primera clase, se bajaron del trasatlántico tras llegar a los camarotes por tener “una extraña sensación”, así como algún que otro casi aislado. En el sentido inverso estuvo el papel del periodista William Thomas Stead, quien tuvo una visión sobre su muerte en el mar congelado. En la noche del suceso, ayudó a varios pasajeros a subir a los botes. Él, en lugar de salvarse, se retiró a rezar. Hubo testigos que afirmaron verle en la sala de fumadores de primera clase antes de hundirse.

Desencadenantes previos
La radio estuvo inoperativa más de diez horas, complicando el envío de mensajes de los pasajeros y el recibo de avisos. El sábado 13 llegaron los primeros, alertando de grandes bloques de hielo, algo que fue pasado por alto por el capitán Smith hasta el domingo, cuando recibieron avisos del Californian, en la zona. Se decidió entonces bajar al sur para evitarlos. Quién sabe si no hubiera modificado el rumbo, hubieran evitado chocar con el iceberg.
El capitán Smith insistió en reducir la marcha por la presencia de icebergs, pero Bruce Ismay, presidente de la White Star, se negó a esa petición pensando en el beneficio que sería para la compañía frente a la competencia llegar a Nueva York antes de tiempo. Se ordenó redoblar la guardia en los mástiles, lo que no impidió no ver el iceberg, al carecer los vigías de los prismáticos. El hecho de que el mar estuviera en calma, sin vientos ni olas golpeando en la base del iceberg, fue un factor clave que impidió evitar el choque.

“Iceberg por proa”
Con un mar tranquilo. “Como un estanque”, como llegaron a decir, el Titanic se topó con su final cerca de las 23.40 horas del domingo 14. Fue el vigía de proa Frederick Fleet el que alertó al puente tras ver un iceberg a menos de 500 metros por la proa. La llamada, recibida por el sexto oficial J.M. Moody, fue remitida al primero oficial Murdoch, entonces de guardia, quien ordenó girar el timón a estribor, por lo que el barco viraría a babor. La maniobra de contramarcha marcada por Murdoch pudo sentenciar al Titanic. Varios estudios navales revelaron que a tan poca distancia del obstáculo, la contramarcha sentenciaba al buque, al obligar al barco a frenar en seco para realizar la maniobra, perdiendo la potencia de la hélice central, inoperativa en dicha maniobra.

Un choque frontal contra el iceberg hubiera fracturado la proa, inundando seguramente los dos primeros compartimentos estancos. A pesar de ello, el barco estaba preparado para seguir navegando, aguantando hasta cuatro compartimentos anegados. Con la contramarcha y el viraje a babor, el Titanic dejaba a estribor el iceberg, aunque la masa de hielo por debajo del nivel de flotación era superior, lo que llevó a chocar con el trasatlántico, dañando casi 90 metros de eslora.

El iceberg no produjo una hendidura en el barco, sino que los remaches que sujetaban las planchas del barco saltaron como tapones de champán al contacto con la masa de hielo oculta bajo el agua. Investigaciones forenses de los restos del pecio destaparían que uno de los motivos de su rápido hundimiento era el forjamiento de estos remaches, muchos de ellos formados a base de hierro con impurezas, cuya calidad pésima propició la rápida entrada de vías de agua.

La fatal noticia
Dividido en 16 compartimentos estancos, la fatalidad del Titanic vino porque dichos compartimentos no llegaban hasta arriba, dejando un hueco en la parte superior por el cual, al llenarse uno, traspasaba al siguiente. Esa fatalidad, y el movimiento pendular hacia proa, llevó a que se inundaran los primeros cinco compartimentos, sentenciando al buque. Tras cerrar las compuertas herméticas y parar los motores, el capitán Smith y Thomas Andrews hicieron una revisión de los daños. Aunque se consideraron graves, una segunda revisión del barco por uno de los carpinteros del Titanic empeoraba las previsiones. Reunidos con los oficiales, se confirmó la fatal noticia. El buque podía aguantar con cuatro compartimentos hundidos, pero no con cinco. La brecha abierta daba algo más de dos horas antes de hundirse en el Atlántico.

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