Crítica de 'Blue Jasmine'

Hacía mucho que Woody Allen no volvía a su casa, aunque fuera para mostrarnos en flashbacks la fatalista vida de la protagonista de su última película, Jasmine (Cate Blanchett, El aviador). Tras un tour de claroscuros europeos entre Londres, Barcelona, París y Roma, esta nueva pincelada del director neoyorquino traslada la acción a la Costa Oeste y a la ciudad de San Francisco. Una apuesta propia de este director que casi de forma autómata genera en su cabeza una historia de contraste, de momentos geniales con pecados fatuos. Blue Jasmine no es la obra maestra que todo el mundo dice ser. Algunos creerán que la historia es perfecta, con sus risas, su drama y sus subtramas con secundarios notables, todo perfectamente dividido en tres actos, pero en mi cabeza furula el final de Midnight in Paris y el prejuicio de que después de finales como ese de Allen, el resto parecen no cuajar tan bien.

En esta historia, se nos muestra la vida de Jasmine, una mujer glamurosa de las altas esferas de Nueva York que se ve, de la noche a la mañana, sin nada. Con la vida nefasta que le ha dejado su marido Hal (Alec Baldwin, A Roma con amor), mujeriego y defraudador de Hacienda, decide marcharse a San Francisco para encontrarse con su hermana, Ginger (Sally Hawkins, Happy-Go-Lucky), la única familia que tiene, e intentar salir del agujero en el que se encuentra con un profundo cambio de aires. Pero a Jasmine le cuesta mantener la compostura ante una vida tan negativa, en la que sobrevive a costa de antidepresivos y cocktails y con miedo por su futuro incierto y con el pesado recuerdo de un pasado que ella cree aún de ensueño. Volviendo a la tierra, Allen ha intentado -con esfuerzo, no lo pongo en duda- mostrar una historia a ras de suelo, cercana y de contraste entre las capas altas y la gente humilde, pero peca -y gravemente- en sugerir subtramas que no hacen sino complicar el laberinto que es Blue Jasmine. Woody Allen sigue transmitiendo a sus trabajos ese desparpajo y humor ácido que sólo él sabe dar, y también en Blue Jasmine desata una particular crítica a un estamento social que anda corrupto y al que destapa su crisis para mostrar cómo es en realidad.

Como dije antes, hay subtramas que pueden aburrir, como lo son las partes del dentista y del amigo pedante de Chili (Bobby Cannavale), porque escriben por encima de la principal con resultados negativos. Centro la atención en dos secundarios que hacen posible gran parte de la película, Sally Hawkins y Bobby Cannavale. Son la antítesis de la protagonista: de clase baja, con lenguaje de la calle, sin un futuro prometedor... y además la parte cómica de esta comedia dramática. Una pareja interpretativa que se complementa a la perfección, como queda demostrado en las escenas del puerto y del supermercado. Pero si alguien destaca -y mucho- es Cate Blanchett. La actriz australiana consigue estar sublime en un papel que ha sabido explotar magistralmente. Puede sonar descarado asegurar que es su mejor trabajo en bastante tiempo, y que incluso supera al de Dylan en I'm Not There (2007), pero es lo que hay. En la película no vemos en ningún momento con Cate, sino a su psicótica gemela Jasmine. Una mujer sola en el mundo que lleva de equipaje su turbio pasado, y que en su presente se muestra de capa caída rodeada de múltiples paranoias y soliloquios, de botellas y pastillas. En el aspecto interpretativo, Blue Jasmine es de sobresaliente, siendo Cate Blanchett la lista de la clase con una matrícula de honor. Sin duda la película huele a segura nominación al Oscar para Cate Blanchett, un reconocimiento que viene acompañado de los acordes de la canción de su personaje, Blue Moon.

Datos a tener en cuenta:
Director: Woody Allen
Reparto: Cate Blanchett, Alec Baldwin, Sally Hawkins, Peter Sarsgaard, Bobby Cannavale, Andrew Dice Clay, Michael Stuhlbarg...
Género: comedia dramática
Nacionalidad: estadounidense
Estreno en España: 15 de noviembre de 2013
Duración: 98 minutos aprox.
Clasificación: no recomendada para menores de 13 años
Valoración personal: 7,5