jueves, 14 de abril de 2011

14 de abril de 1931


JON BURGOA | Madrid
Como presentación, una de las instantáneas que recuerdan las horas siguientes a la proclamación de la República en España, tomada en Madrid por Alfonso Sánchez Portela.
Tal día como hoy, 14 de abril, hace ochenta años, quedaba instaurada en nuestro país la II República. El nuevo sistema vendría a consolidarse tras un golpe de Estado y una dictadura permitida por el último de la segunda venida -o tercera, según se viere- de los Borbones, Alfonso XIII, abuelo del actual titular de la casa real en España.
El resultado de las elecciones municipales del 12 de ese mes, aun saliendo los monárquicos como ganadores en cuanto a número de votos, la superioridad de los votos republicanos conseguidos en la mayoría de las capitales supuso el descalabro final. Una situación de crisis que pudo empeorar si se hubiera usado, como se pensó en un comienzo, la fuerza del ejército. El cambio quedó patente en la famosa frase pronunciada por el almirante Juan Bautista Aznar, entonces Presidente del Consejo de Ministros, que resumía la duda existencial de España en esas horas:
"¿Qué más crisis desean ustedes que la de un país que se acuesta monárquico y se levanta republicano?".
Tras la dimisión de Aznar, supongo que hubo algo más que silencios y miedo. No saber cómo amanecerá un país, se quiera o no, es una responsabilidad de carácter importante. Nunca he negado mi afición por la historia, y muchos de los que me conocen saben que esta materia me fascina. He devorado libros y libros sobre historia y, conociéndome, aún me quedarán muchos más. La década de los años treinta es una de las más convulsas del pasado siglo por lo que en diez años sucedió, de una dictadura a la reflexión monárquica y de producirse un cambio radical a terminar en un conflicto bélico. Y quizá ese carácter complejo sea lo que me fascina.
En este 14 de abril de 1931, tras las negociaciones fallidas entre Alcalá Zamora, futuro presidente de la República, y Álvaro de Figueroa, conde de Romanones, para solventar la situación y proteger la vida del monarca en esos momentos tensos, Alfonso XIII decide poner punto y final. Marcha a Cartagena (Murcia) para exiliarse finalmente en Roma hasta su muerte, tras pasar por París.
De aquí en adelante, por algo menos de ocho años, el país sufre una metamorfosis. Son ocho años en el que la tricolor ondeó. Ocho años en que el Himno de Riego sonó. Ocho años que, sin duda, marcaron un antes y un después en la historia de España. Pero eso ya es otra historia.

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