miércoles, 30 de enero de 2013

The last concert


Nunca me gustaron los finales ni las despedidas que tiene alguna llantina o lagrimita falsa obligadas por contrato. Si hablamos de cultura, el sentimiento empieza a cambiar. Cuando uno habla de The Beatles lo hace con la solemnidad primero de fan y segundo de reconocedor público de la obra -magnánima- que llevaron a cabo los Fab Four durante una década entera. La beatlemanía llegó con gran celeridad a los Estados Unidos -menor suerte hubo en su momento en este país- y la fuerza con la que golpeó a la sociedad, cortando afiladamente los dólmenes en los que se sustentaba la cultura musical de la época, les llevó a un golpe fortísimo que les obligó a distanciarse de su público en los conciertos, llegando a pasar grandes temporadas sin salir a un escenario.

Quizá como el más recordado, como el más difundido a escala global de The Beatles fue el que se realizó destrangis en la azotea de las oficinas de Apple, la empresa conformada por Paul, John, Ringo y George. Un concierto de apenas media hora que se vio complicado por el propio material -cualquier audio da cuenta de ello- y por la intervención de la policía que paralizó el último concierto de la banda desde 1966. Mucho más cambiados: largas barbas y melenas, con el ánimo algo desgastado por las grabaciones de Let It Be, pero animados por la fuerza y la confianza que tenían en ellos. Quién pensaría que en un año todo lo que hicieron terminaría de la forma en que terminó.

Cuarenta y cuatro años han pasado desde entonces. Varias generaciones después, el recuerdo de aquel concierto sigue con nosotros en forma de souvenirs, camisetas, vídeos de YouTube, hemeroteca personal de la banda... Nuestros mayores nos los enseñaron, otros aprendimos desde pequeño con los profesores particulares de música, pero todos coinciden que significó tal atrevimiento en la azotea.
 

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