miércoles, 14 de diciembre de 2011

Cien años de la llegada al Polo Sur


JON BURGOA | Madrid
El 14 de diciembre de 1911, cinco héroes fueron protagonistas de un hecho histórico, la llegada al Polo Sur; algo que muchos consideran poco atractivo, que no importa a los lectores y, por ende, a mucha gente; pero lo que pocos tienen en cuenta es que, dada las condiciones que existían a comienzos del siglo XX, esta conquista supuso una gran contribución. Años y años de rivalidades, de luchas hasta la saciedad y de sacrificios, muchos sacrificios, hicieron posible que en 1911 una expedición noruega al mando de Roald Amundsen llegara hasta el Polo Sur Geográfico (90º 0’ 0” S; 0º 0’ 0” O), un mes antes de que lo hiciera su principal rival, el capitán de la Royal Navy Robert. F. Scott.

Decía Oscar Wilde que “cualquiera puede hacer la historia; pero sólo un gran hombre puede escribirla”, y, sin duda, Amundsen grabó su nombre con letras de oro en los anales de la historia. Nacido en una pequeña localidad al sur de Noruega, Borge, el 16 de julio de 1872, era el cuarto hijo de una familia de capitanes y de industriales navieros. Desde joven, y a pesar de mantenerle a su madre la promesa de estudiar Medicina, su pasión secreta por la aventura le hizo decantarse por lograr la licenciatura en la Escuela de Marinos.

Tras la experiencia de la expedición belga en la que se enroló en 1897 y la que dirigió al Paso del Noroeste de 1903, la decisión de llegar al Polo Norte se vio truncada por las noticias que llegaron a Europa de que el norteamericano Robert Peary ya lo había conseguido, algo que cien años después aún se pone en duda.

La carrera al Polo
Fueron varios los intentos de llegar hasta la Antártida. Muchas expediciones sólo se quedaron en un prólogo, y la que inició la historia fue precisamente la de Amundsen, en 1910. Consciente de lo que supondría personal y profesionalmente, y lo que significaría para Noruega, inició en el más absoluto secreto el cambio de planes y formalizar todo para marchar al Sur. Sabedor de que Reino Unido preparaba una investigación científica al mando del capitán Robert Falcon Scott con el objetivo de llegar al Polo Sur, se quiso adelantar a su rival británico, y a la altura de las islas de Madeira, semanas después de partir el 3 de junio en el Fram, dio a conocerle que iba con el mismo objetivo.

La carrera de Amundsen comenzaba en el continente helado seis meses después de su partida del puerto de Oslo. A comienzos de enero de 1911, el barco ballenero arriaba a la barrera de hielo de Ross, descubierta en 1841. Dentro de ésta, en la bahía de las ballenas, se levantó el campamento Framheim; un sitio poco propicio para situar su base, tal como destacan los artículos escritos por Shackleton, compañero de Scott en anteriores expediciones, quien terminaría por situar su expedición en la otra punta de la barrera de hielo, en el estrecho de McMurdo, lo que suponía una desventaja para los británicos.

96 kilómetros fueron la ventaja para los noruegos. El equipo de Scott debía recorrer casi cien kilómetros adicionales para alcanzar el Polo. Esta distancia fue clave para el tiempo de ejecución del plan. La aclimatación de los animales que llevaron consigo; el propio fortalecimiento físico y mental del equipo, la preparación de víveres y depósitos, así como la caza de animales y prácticas metereológicas para adelantarse a los acontecimientos venideros fueron algunas de las actividades realizadas por la expedición Amundsen antes de emprender la salida por el desierto azul.

La falsa salida que realizó al Polo el 8 de septiembre pudo convertirse en una mancha en el historial de Amundsen. Las condiciones climatológicas parecían favorables a una salida. Con temperaturas poco gélidas, en un amago de primavera austral, un equipo provisional compuesto por el propio Amundsen y siete hombres más, partieron hacia su objetivo. Cuatro días después, una bajada abisal de las temperaturas les obligó replegarse hacia Framheim, volviéndose el camino de vuelta en un trayecto tortuoso. Una tormenta de nieve terminó por dividir el grupo en dos, y mientras Amundsen se adelantó con el mejor equipamiento, dos de sus hombres -Hjalmar Johansen y Kristian Prestrud- quedaron en la cola de la expedición, sobreviviendo en condiciones infrahumanas -hasta -60 ºC y sin equipamento para cocinar ni tienda de campaña-, sufriendo congelaciones en las extremidades. Las disputas que llevaron consigo este hecho son de destacar. La siguiente salida -definitiva- se vería reducida a cinco miembros, relevando a Johansen a realizar una misión secundaria y relegado de todo honor de la expedición. Terminó por suicidarse en 1913, humillado, vejado y olvidado por su hazaña del Polo.

El destino final
Cinco hombres fueron los elegidos para el último viaje, cinco de los ocho del primer viaje. Olav Bjaaland, Helmer Hanssen, Sverre Hassel, Oscar Wisting y el propio Amundsen salieron el 19 de octubre con cuatro trineos y un total de cincuenta y dos perros desde Framheid. La experiencia previa, el liderazgo y la amplia experiencia de Amundsen, conocedor de los climas gélidos, fue más que suficiente para darle un plus de ventaja. Tras semanas de travesía, en las que hicieron frente a complicaciones del tiempo y al sacrificio de veinticuatro perros para aumentar las provisiones, el 7 de diciembre, una semana antes de la conquista, llegaban al punto más austral que ha pisado anteriormente el hombre (Shackleton llegó hasta este punto 88º 23' S, a 180 km. del Polo), por lo que aquello se convertía en su particular carrera, sin contrincantes en semanas, ya que Scott iba con un retraso conveniente.

Con la bandera noruega sobre el trineo y con una marcha de casi seis km/h, los noruegos reanudaban la última etapa del viaje convencidos de su objetivo, y así fue como, al final, el viernes 14 de diciembre de 1911, sobre las tres de la tarde, alcanzaban el codiciado Polo Sur. La expectación de Amundsen quedó constatado en las palabras que escribió al llegar al punto 90º 0' 0'':
"Nunca he conocido a nadie que se haya visto tan diametralmente contradicho por sus deseos como yo. Desde niño siempre he soñado con llegar al Polo Norte y, heme aquí, en el Polo Sur."
La fotografía que dio la vuelta al mundo confirmó, fehacientemente, la llegada del hombre al Polo Sur. En el epicentro de la hazaña dejaron estacada la bandera noruega, quien en nombre de su país y del rey Haakon VII tomaban posesión de dicho polo. Se dejó una tienda y varios objetos, entre ellos una carta para el rey de Noruega y otra para Scott, quien iba con el mismo objetivo a muchos días de distancia.

Casi cien días después de su partida, el equipo volvía exhausto pero animado al Framheim el 25 de enero. El equipo de Scott, por su parte, había tocado el Polo Sur ocho días antes. A comienzos de marzo, cuando la expedición del Fram llegó a Haurt, en Tasmania (Australia), donde se dio a conocer la noticia de la llegada al Polo Sur. Los telegramas de felicitación fueron desde el rey Jorge V de Inglaterra hasta el presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt. Esta acción le valió el reconocimiento mundial a Roald Amundsen y a su equipo, quienes fueron recibidos como héroes a su llegada a Oslo.

Fue en Estados Unidos donde el explorador supo la noticia de que Scott llegó al Polo Sur, pero que, trágicamente, su expedición no llegó a acabar la misión. Dos hombres fallecieron en el camino de vuelta, mientras que Scott y los dos que seguían perecieron entre el 29 y 30 de marzo de 1912 en su tienda. La muerte de este valeroso equipo británico colapsaría las noticias de Amundsen, quien sería siendo recordado como el primero en llegar al Polo Sur, pero quedaría eclipsado por una historia trágica, en la que valía más el honor y el tesón que los intereses propios. De Scott llegaría a decir:
"El capitán Scott dejó un registro, la honestidad, la sinceridad, por su valentía, por todo lo que hace a un hombre."
Amundsen donó gran parte del dinero que el Club de los Exploradores, cuya sede está en Nueva York, le concedió por su expedición a la viuda y a la familia de Robert F. Scott. Uno de los compañeros en la expedición Terranova, Apsley Cherry-Garrard, aseguraría tiempo más tarde que lo que vivieron en aquel gélido paraje fue "el peor viaje del mundo". Y mientras sus experiencias fueron llevadas a, posiblemente, uno de los mejores libros de aventuras contemporánea, la historia da para recordar a todos aquellos que dieron su vida por un sueño que algunos han hecho realidad.

Fallecería años después, en 1928, mientras dirigía el equipo de rescate del dirigible Norge, del italiano Nobile, cuando el hidroavión en el que viajaba se estrelló en algún punto del mar de Barents. Amundsen, cuyo legado hoy perdura, y el mejor ejemplo de ello está en su Noruega natal, donde sigue siendo un héroe nacional, y en la base Amundsen-Scott de la Antártida, murió con el sueño cumplido de llegar al Polo Norte por el aire, y con el objetivo puesto de ser el primero en pisar el Polo Sur.

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