domingo, 25 de diciembre de 2011

Carta de despedida

Siempre quise pensar que toda historia ha de tener un final feliz. O al menos, que si no es así, que no sea muy dramático.
Soy una persona muy pesimista, no voy a negarlo. Muchos de los que me conocen no soportan tener a alguien tan negativo a su vera, pero la amistad y confianza de años hace que la complicidad lo permita, en ciertos casos.
No sé si he llegado a nacer así o que a lo largo de mi corta vida muchas de las acciones que hice quisieron darme la espalda y actuar sin control.
Y cuando la situación llegó a ser insostenible me planté en Galicia, como el que no quiere la cosa y por fallo de última hora, cumpliendo una de las cosas que me propuse al cumplir la mayoría de edad, que era hacer un viaje solo, y como única compañía la naturaleza y para amenizarlo algo de música, que relaja e inspira. Conseguí escribir algunas piezas que ahora pulo para enlazar con otras, conseguí visitar lugares que dudo pueda volver a ver, conocí gente atípica, pero clásica con sus costumbres, hábitos e historias. Y también muchos momentos de soledad necesitada para pensar, pensar mucho y recapacitar sobre mis cosas.

Le debo a una buena amiga que me recomendara Lantana, en cuyo último disco encontré una canción que fue mi particular soundtrack ese fin de semana junto a Adiós, de La Oreja de Van Gogh. En el monte Santa Tecla, con el Atlántico dominando el horizonte y con Portugal a un paso, me quedé largo tiempo observando el paisaje y pensando. Juré en ese momento que el "Ay, qué pesado" que llevaba casi por bandera lo iba a deshacer, y hasta un mes después no me vi con fuerzas de hacerlo efectivo.

Pero aunque no haya un pesado de por medio, hay muchos sinónimos para describirlo o, en su defecto, describirme.

Fue a comienzos de año, y recuerdo que fue un día dispar con una mañana despejada que no hacía prever nada y por la tarde apareció la tormenta, en varios sentidos, cuando decidí dejar de avanzar. Paré todo lo que estaba haciendo y tiré muchas cosas por la borda. No tenía ninguna gana de hacer nada, y mi camino terminó por desligarse del previsto y obcecarse en otras cosas. Ello me ha hecho pasar graves facturas, algunas incluso superando el umbral del dolor físico.

Es algo que he tratado con varias personas, y ninguna ha sabido decirme las palabras que me gustaría escuchar. Sólo "avanza y olvida". He pasado de creer en el karma a acordarme de Murphy y su magnánima ley.
Llego a pensar que la madurez que muchas veces tengo, la pierdo de un golpe con ciertas acciones, comentarios y con silencios. Sobre todo estos últimos suelen ser los que más daños hacen.

Que me reconcomo la cabeza con mis asuntos es cierto. Pero quizá, lo que me diferencia de muchos, es que lo llevo hasta la extenuación. Craso error que cometo, pero que como humano está en la forma de ser.
No obro bien conmigo mismo haciendo ésto, pero hay ciertas acciones que requieren plena dedicación, aunque lleguen a marearme y a provocarme un cuadro de ansiedad aguda.

Sea como sea, pase como pase, los tiempos los pone uno. Y depende del carácter, de la volubilidad de cada uno, pasar cuanto antes de un estado a otro. Siento no poder considerarme un tío capaz de superar las desaveniencias y los problemas a la primera. Mi experiencia, y más a raíz del accidente con la pierna, tendría que ser ya conocedora de cómo las gasta la cruda realidad, pero aun así, en ese sentido, no alcanzo a hacerlo ni bien ni rápido.

He tenido broncas. Cabreos que han durado minutos, horas, semanas y más. Y sólo recuerdo una que acabara decente. Del resto, o se zanjaron de mala manera o los tengo apartados por indiferencia. Está un tercer grupo de pendientes personalmente. Cuando las aguas vuelvan a su cauce normal. Escribo ésto pensando precisamente en un caso particular del cual no veo claridad en cuanto a su resolución, lamentablemente.
Ese futuro negro es el que hay que superar. Y aunque lo sé a conciencia, hay algo que me niega a dirigir la mirada al frente, a no volver atrás, a no pensar en el pasado. Cuando tienes el pasado muy fuerte, unido a tu presente por un nudo gordiano, resulta difícil separarse de él.

También las canciones pueden tener mucho que ver. Es cierto que dependiendo del estado de ánimo de una persona, se tiende a escuchar cierto tipo de música. Lo sé. Puedo pasar de la euforia con un temazo de AC/DC a la añoranza con alguno de mis clásicos particulares, como La Oreja de Van Gogh. Sedante para momentos malos y animadora para otros buenos. Partícipe de un viaje a Euskadi, de conocer a otra buena amiga, de recrearme en sus historias, de aprender a tocar la guitarra y de sus metáforas que he usado en ciertos momentos de mi vida.

Últimamente he vuelto a esta senda. Sobre todo con su segundo disco. Quizá por ser el mejor, a mi gusto, del quinteto; o porque es el que mejor conozco de todos ellos, es mi predilecto. Canciones como Cuídate, Soledad, París, La playa, Mariposa o Los amantes del Círculo Polar los he estado utilizando a la hora de escribir y a la hora de pensar. Esa tarea que me ocupa últimamente más que dormir, y cuyos efectos creo que pueden ser perceptibles al rato de estar conmigo.
Cuando una sintonía de añoranza, de las clásicas de un grupo, acompaña los pasos que doy, cuando recrea como una pelicula los escenarios por los que paso pensativo, hay algo. No creo que sea la complicidad, que ya perdí posiblemente para siempre con ciertas personas, sino la manera de "hacer más llevadero algunas situaciones". Sé que he cometido muchos fallos, demasiadas imprecisiones; que he tenido muchos detalles bajo control, y he tenido pocos aciertos. Y este último es lo que me lleva a ver muchas cosas con tan pésima visión.

Ojalá esto fuera una despedida formal en el que expusiera qué quiero a partir de escribirla, pero tengo asperezas imposibles de limar en tiempo.
Muchas de las cosas que tendría que decir me niego a escribirlas en papel o en este blog, que tanto me ha ayudado en momentos duros. Hay ciertas cosas que están más seguras en la cabeza de uno que plasmadas en un muro.

Qué tengo pensado, ni idea. Alguna ocurrencia, de momento ninguna. Vale la pena seguir con el tema, hoy sigo sin saberlo. Volver a la normalidad, ya se consiguió pero a un ritmo más lento. De momento, tenderé a mantenerme al margen de ciertas opiniones y demás. Si algo he conseguido aprender de ello, es que no todos somos lo que creemos ser. Cada uno advierte unas debilidades, y expone una máscara para taparlas. Demasiadas gilipolleces he visto en una misma persona, y una de las dos; o le gusta ser así o no tiene otra cosa mejor que hacer con lo suyo.

Me replanteo seriamente varias cosas; y lo que sirvió para comerme el coco lo conseguí canalizar en otros focos, y aquello que era una desgana pasa a ser un archivo de ideas.

Terminaré pidiendo que todo vuelva a la normalidad. Y mientras escribía esa frase, por dentro algo se me descojonaba de la risa, no sé bien por qué. Obviamente, olvidarme de todo, mirar hacia lo que tengo e ir tejiendo los planes venideros. Olvidarme de este 2011, como del 2010 y 2009 y anteriores, y centrarme en exclusiva en lo que estoy haciendo, aquello que me costó conseguir y por lo que he cogido ganas en los últimos tres años. Pero todo nunca sale como planeamos, estaremos de acuerdo. Siempre hay algo o alguien que joda lo pactado, lo que pensamos y queremos. Quisiera saber de antemano su nombre y apellidos, para estar advertido. Como rezaba el refrán, "cuánto gilipollas suelto y yo con tan pocas balas".

No hay comentarios:

Publicar un comentario